El aborto

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De nuevo renace el debate sobre el aborto. El hecho de que el partido popular vaya a realizar una minireforma tramposa ha vuelto a poner en el candelero el debate sobre el aborto.

Cada vez que se reaviva este debate sorprenden dos hechos. Por un lado, sorprende la alta aceptación social que ha encontrado el aborto en España,  desde su legalización en 1985, España no sólo se ha convertido en un paraíso del aborto, sino que su aceptación social es mayoritaria. Pregunte usted a su alrededor y verá cuan pocos españoles están de acuerdo con penalizar el aborto en todo supuesto y condición. Habrá muchos que estén de acuerdo en eliminar una ley de plazos, en eliminar algún supuesto o evitar que sea un coladero, pero desgraciadamente pocos o muy pocos querrán penalizar el aborto en cualquier caso. Y en esto del aborto no caben posiciones intermedias o se está con la defensa de la vida o no se está.

Por otra parte, sorprende el nivel de los argumentos que constantemente se repiten en los medios de comunicación al tratar este tema. Tertulianos y directores de programas caracterizados por una gran brillantez e inteligencia a la hora de analizar la realidad política nacional e internacional sucumben cuando hablan del aborto.

En primer lugar se empeñan en situar el aborto en un nivel de creencias religiosas cuando es falso. El aborto no es una cuestión religiosa sino de respeto del derecho a la vida. Cuando se habla del aborto hay que responder a la pregunta de si se puede matar a un ser inocente. Si alguien puede arrogarse, o la ley le puede conceder, el derecho a matar un inocente. Y la respuesta a esta pregunta no necesita de la fe, sino de la razón. Luego el aborto no es una cuestión religiosa.

En segundo lugar, se suele indicar que en esta cuestión del aborto el problema no es que se mate o no a un inocente, sino que no se puede obligar a una mujer a ser madre. Y en eso estamos de acuerdo, nadie puede obligar a una mujer a ser madre. Sin embargo, el problema es que cuando se plantea el aborto ya es madre, luego no cabe marcha atrás. El aborto no evita la maternidad, impide el nacimiento de un niño. 

Se dice también que el aborto es una cuestión personal y que, por tanto, el Estado no puede obligar a nadie a tener un hijo. Es decir, nos dicen que el Estado no es quién para impedir que se produzca un asesinato, la muerte de un inocente. ¿Y entonces? ¿qué hacemos con el código penal? ¿en virtud de qué derecho el Estado desarrolla un código penal por el cuál trata de disuadir a los ciudadanos de cometer delitos y castigarles en caso de que los hagan? ¿Por qué, entonces, el Estado puede legítimamente proteger la vida del nacido ante el asesinato, la propiedad privada ante el robo, al trabajador frente a abusos del empresario, a la mujer ante el  maltrato? Si puede hacerlo en estos casos, ¿por qué no tiene legitimidad para defender la vida del bebe no nacido?

Finalmente, nos dicen que es necesario llegar a un consenso dado que no hay una posición verdadera. Y uno se pregunta, ¿por qué hay que llegar a un consenso con el aborto y no con la esclavitud, por ejemplo? Porque, desgraciadamente, seguro que hay personas en nuestra sociedad, pocas gracias a Dios, a las que la esclavitud les parecerá legítima y sin embargo, nadie se plantea que haya que atender a su postura.

Lo triste de todo esto, no es la debilidad y falacia de los argumentos, sino como gran parte de la sociedad española que hace 40 años estaba mayoritariamente por la defensa de la vida más inocente se ha ido haciendo permeable a estos argumentos y con ellos al aborto y ahora se han acostumbrado a vivir con el aborto, del mismo modo con el que en la antigüedad convivían con la esclavitud.

mqelogo



Categorías:Aborto, Ideología de género

2 respuestas

  1. Lo peor que ha ocurrido en el siglo XX ha sido la aceptación social del aborto. La revolución del 68, la difusión de los métodos anticonceptivos, la eclosión de la disolvente ideología de género y el feminismo radical, difundieron la idea de que eran innecesarios el pudor o la castidad, por lo que se podía copular sin freno alguno. Las cosas no resultaron como se ofrecieron. Para una sexualidad desbocada los anticonceptivos han resultado una trampa y los embarazos por error han llevado a un aborto creciente. El feminismo rampante acuñó y difundió el slogan de que las mujeres tenían derecho a decidir sobre su embarazo, lo cual significa que las mujeres no son responsables de sus actos, aunque ello produzca el asesinato de los bebès en gestación.
    Para facilitar estos asesinatos se comenzó por la «despenalización» del aborto en determinados supuestos, pero ello fue abrir la puerta a una matanza indiscriminada, gracias a la insania de Zapatero.
    Como fondo de todo esto está la ausencia de Dios y la trampa de que se trata de una cuestión de creencias y no de una norma moral general. Nos felicitamos de la abolición de la pena de muerte a los delincuentes y al mismo tiempo convertimos en un derecho el asesinato de los inocentes.

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  2. El P.P. ha renunciado de una vez por todas a su esencia cristiana.

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