Es lo malo del populismo: acaba perjudicando a los más débiles.
Con el populismo izquierdista siempre pasa lo mismo: claman que van a proteger a los más débiles y acaban perjudicando a quienes decían defender. Mientras tanto, los populistas y sus amiguetes son los que siempre salen beneficiados al poder hincarle el diente al erario público. Eso sí, todo ello adobado de mucha imagen, que es lo que impacta.
Es lo que ocurrió con la paralización de un desahucio protagonizada por el nuevo alcalde de Cádiz, Kichi. Todo un héroe de los pobres frente a los malvados bancos, una especie de nuevo Robin Hood por bulerías.
El problema es que la realidad no es como nos la pintan. Tal y como explica La Voz digital, la realidad es muy distinta:
- La dueña del piso es una viuda que no vive en Cádiz. Estos alquileres son la única fuente de ingresos de la octogenaria junto a una mínima pensión. Los representantes legales de la casera afirman que esta mujer tiene serios problemas de subsistencia económica.
- En otoño de aquel 2013, ante la imposibilidad de encontrar un entendimiento entre propietaria e inquilinos sobre el importe del alquiler, la representación de la propiedad decidió denunciar. «El inquilino llegó a presentarse en el juicio sin procurador ni abogado. Fue en solitario a exponer sus argumentos», aseguran los representantes legales. El tribunal decidió, tomó partido y dictó que los ocupantes debían salir de la casa. Durante todo ese periodo, desde agosto de 2013 hasta este recién comenzado verano, dos años completos, la casera no ha recibido ni un solo euro por el alquiler, ni la cantidad antigua, ni la nueva, ni una intermedia, nada.
- Para completar el cuadro de las dificultades, la viuda dueña del piso está bajo tratamiento por una grave enfermedad, al igual que el varón de la pareja desahuciada este lunes. Es decir, afirman sus representantes, los problemas de salud son comunes a ambas partes en litigio.
Mi querida y deshauciada España
Categorías:Podemos
Hay un sistema legal que es imperfecto, cruel, despersonalizado, carente de miramientos para los pobres, pero es el único que existe; no podemos sustituirlo por el voluntarismo del populismo. ¿Cambiarlo? pues se puede, pero con una gran dosis de justicia social dejando de lado toda la rebaba decimonónica de liberalismo momificado. Lo que no se puede permitir es que la Constitución afirme vivienda para todos y se quede en un recurso retórico, cuando la actualidad de lo social dice otra cosa. Una cosa es predicar y otra dar trigo. Los políticos no se implican y lo único qeu persiguen es el golpe al contrario e implantar un programa peor que el denostado y periclitado constitucionalista.
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