Estos días estamos conmemorando desde MQE los 60 años de «la revolución húngara», aquella en la que hasta la estatua de Stallin cayó, pero que fue duramente reprimida por los comunistas soviéticos que le sucedieron demostrando que la psicopatía asesina no era algo únicamente personal sino subyacente en la ideología marxista.
Pensamos que es bueno echar mano de una memoria histórica amplia precisamente en estos momentos en los que en España padecemos esta especie de neocomunismo salvaje políticamente organizado alrededor de Unidos Podemos y socioculturalmente hegemónico gracias a la penetración en los medios de comunicación primero, y en todos los partidos políticos sin excepción después, de los lobbys que han cambiado la lucha de clases por la de géneros.
Como Wyszynski en Polonia, Hungría también tuvo en un cardenal, József Mindszenty, un referente en la oposición contra el nazismo primero y contra el comunismo después como Cardenal primado de Hungría.
En la Segunda Guerra Mundial y ante la persecución nazi contra los judíos, Mindszenty lideró las protestas frente al régimen pro alemán de Szálasi para que cesara en esa política, pero el entonces obispo fue encarcelado, y permaneció en prisión hasta que los alemanes abandonaron Hungría.
Mindszenty luchó contra el hambre y las necesidades de los pobres y de los refugiados que la guerra había dejado. Ya cardenal en 1946, se dio cuenta del nuevo peligro que amenazaba el nuevo régimen democrático instalado después de la guerra. Ante la desaparición de los partidos políticos, la Iglesia se convirtió en el único bastión de resistencia y en el principal punto de hostilidad de la propaganda comunista.
Su oposición a la nacionalización de las escuelas católicas por parte de los comunistas, le supuso la cárcel acompañada de torturas e injurias, que también sufrirían otros obispos.
Ante la Revolución Húngara de 1956, Mindszenty lanzó un osado discurso pidiendo elecciones libres, libertad religiosa y propiedad privada, pero la llegada de los tanques rusos le obligó al asilo en la Embajada de los Estados Unidos durante 15 años. Su estancia en Budapest se convirtió en un recordatorio permanente a todo el mundo sobre la opresión que los húngaros padecían a manos de los comunistas.
Obedeciendo al Papa Pablo VI, Mindszenty abandonará Hungría y se exiliará en Viena donde morirá en 1975.
Mi querida y húngara España
Categorías:Comunismo, Iglesia Católica, Libertad Religiosa, Nazismo
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