¡Que le apliquen ya la ley antidiscriminación!
Es sueco, se llama Ragnar Bengtsson y tiene 26 años. Y es un ciudadano modélico, ejemplar, convencido de que eso del sexo es una construcción social y, por tanto, completamente moldeable.
O al menos eso creía hasta hace poco. Tan convencido estaba de la ideología de género que se decidió a producir leche, ¿por qué no? Si uno puede decidir lo que es, ha de poderlo decidir hasta sus últimas consecuencias.
Y entonces llegó la realidad, carca, reaccionaria, casposa. Y el pobre Ragnar, a pesar de pasarse horas estimulando sus pezones, ha visto con desesperación que de ellos no brotaba la leche. Ni una miserable gotita de calostro. ¡Qué injusticia! ¡Qué agresión heteropatriarcal!
Acababa de forma poco gloriosa la aventura iniciada a principios de septiembre consistente en aplicarse los extractores de leche durante tres horas al día, en un intento, declarado explícitamente, por aportar su granito de arena a la lucha por la igualdad de género.
Si los hombres pudieran amamantar a sus bebés, argumentaba Ragnar, entonces las mujeres podrán regresar antes a su lugar de trabajo con la seguridad de que sus recién nacidos reciben el alimento apropiado por parte de sus orgullosos padres.
Ya ven, tanta nobleza y tan poco éxito. Y todo por culpa de esa realidad que, como mínimo, habrá que multar, si no es que se merece pena de cárcel.
Mi querida y divertida España
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Cuanto idiota hay por el mundo.
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