La Ley de Memoria Histórica es la tramoya jurídica de una colosal mentira: el relato comunista.
Ruiz-Quintano se atreve a decir lo que muchos sabemos pero casi todos prefieren callar. Y lo hace en ABC con rigor y valentía:
«La mentira, y seguimos la cita de Octavio Paz con que Carlos Rangel abre su biblia venezolana (“Del buen salvaje al buen revolucionario”), “se instaló en nuestros pueblos casi constitucionalmente”:
–El daño ha sido incalculable y alcanza zonas muy profundas de nuestro ser. Nos movemos en la mentira con naturalidad... De ahí que la lucha contra la mentira oficial y constitucional sea el primer paso de toda tentativa seria de reforma.
La Gran Mentira del Antifranquismo convirtió la traición, al generalizarla, en virtud social, y a eso lo llamaron democracia, mientras enterraban a Montesquieu, que tenía dicho:
–Todo ciudadano viene obligado a morir por su patria; nadie está obligado a mentir por ella.
Los dos Tenorios más absurdos de este Estado de Partidos son el enterramiento de Montesquieu, que nunca estuvo vivo, y el desenterramiento de Franco, que nunca estuvo muerto.»
Mi querida y clarividente España

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