¿Los cuadros de un ayuntamiento pueden ser sólo cuestión del gusto del ocupante? ¿Habrá que explicarle que no es lo mismo su habitación que el consistorio público?
A Kichi no le gusta el Rey. Qué le vamos a hacer, con lo simpático que es el muchacho.
En realidad, lo que ocurre es que le gustan más otros modelos: en concreto, el anarquista Fermín Salvochea, edil en Cádiz durante la Primera República. Y ha decidido trasladar el retrato del Rey Juan Carlos a otro lugar, que desconocemos, y sustituirlo por el del anarquista, que según Kichi «debía de ocupar un lugar ilustre«. Vamos, que las masas gaditanas clamaban por las calles pidiendo el retrato del anarquista Salvochea y ya había gente haciendo huelga de hambre hasta que no se hiciera justicia a Fermín. Pero para eso está Kichi, armado de tacos y black & decker y dispuesto a quitar y poner cuadros en el ayuntamiento de Cádiz.
La escena, como tantas de las que nos están regalando estos días los representantes de la «nueva forma de hacer política», es chusca, pero revela todo el infantilismo de esta gente, tremendamente peligroso, pues ya se sabe que los niños son caprichosos y crueles cuando no se les dan los caprichos que exigen. Al menos los niños malcriados, categoría a la que parece pertenecer la horda podemita.
En estos casos siempre es recomendable hacer el ejercicio de imaginar una situación análoga pero cambiando alguno de los factores. Me explicaré: imagínense que el recién elegido alcalde confiesa que, desde pequeño, siente una gran admiración no sé, por Millán Astray, José Antonio Primo de Rivera o incluso Francisco Franco. Cuestión de gustos. Y ahora imagínense que Kichi anuncia que cambia el retrato del Rey por alguno de sus ídolos personales. ¡La que se hubiera armado!
Pero el tal Fermín era anarquista. Ah, bueno, entonces todo cambia. Anarquista, como Durruti y sus bandas de matones que aterrorizaban y asesinaban a quienes les apetecía. ¡¿Cómo no los vamos a poner en un sitio ilustre?!
No se puede esperar otra cosa de este alcalde, llegado al sillón por curiosos y extraños caminos. El cuadro que ha colgado de un anarquista ya olvidado demuestra su falta de respeto a los gaditanos. Lo suyo no es el prudente ejercicio de gobernar sino el de la chirigota carnavalesca.
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Forma parte del pensamiento débil, ególatra de estos tiempos. La ley es la que me place a mí, eso es lo justo. Por tanto mi sentimiento sin razonar, lo impongo al resto de la comunidad.
Caminito hacía el totalitarismo.
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En el desahucio hizo el canelo. ¡Qué poca personalidad tiene! El chungueta gaditano.
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